miércoles, 13 de julio de 2011

Mateo 11 – Isaías 35

Es obvio que Juan el Bautista y Jesús tenían una relación muy particular y estrecha, incluso desde su misma concepción. Ambos compartieron historias atípicas.
Juan el Bautista, hijo de Zacarías y Elisabet. Sus padres estaban resignados a que, por su vejez, ya no podrían concebir un hijo. No es sino hasta que un ángel se le aparece a Zacarías, anunciándole el favor de Dios para con él, y adelantando no sólo la llegada de un hijo, sino que tal hijo, tendría la misión única y especial, de ir delante del Señor mismo, preparando un pueblo bien dispuesto a recibir al Mesías.
Por otra parte Jesús. Hijo de José y María según la carne, pero engendrado por el poder del Espíritu Santo. Un nacimiento único en la historia. José, varón justo, aún cuando María llevaba en su vientre un hijo sin siquiera haber tenido relación marital con ella, no quiso repudiarla. Al contrario, siguió con firmeza y amor las indicaciones que por medio de ángeles Dios le indicaba para el nacimiento del niño.
Sus vidas ministeriales también están ligadas. Juan el Bautista prepara el camino del Señor. Sus encuentros con Dios normalmente ocurren en el desierto, y comienza su predicación de arrepentimiento, bautizando a los que le escuchan en el río Jordán. Juan anuncia la llegada del Mesías. Alguien a quien él no es digno ni siquiera de desatar las correas de sus sandalias.
Justo durante este tiempo, Jesús aparece en escena, para cumplir toda justicia y ser bautizado por Juan en el Jordán. No es coincidencia que ante la aparición de Jesús, la Escritura disminuya la mención de Juan. Juan había cumplido su ministerio: preparar el camino para el Señor. Ahora, el Señor es quien entra en escena, y a partir de su bautismo, comienza su ministerio terrenal ante los ojos de Israel.
Así que claramente se ven las vidas de Juan y Jesús, ligadas desde su mismo nacimiento. Entrelazadas también por una misión. Una misión única en la historia de la humanidad. Uno preparando el camino y Jesús completando la misión. El ocaso de uno, es el surgimiento de Jesús.
En este punto es en donde quisiera compartir un par de pasajes de la Escritura que son de mis favoritos. El primero es Mateo 11. Me gustaría llamar a este pasaje:
“LA PREGUNTA DE JUAN”   (Mateo 11)
“Cuando Jesús terminó de dar instrucciones a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y a predicar en las ciudades de ellos. Y al oír Juan, en la cárcel, los hechos de Cristo, le envió dos de sus discípulos, para preguntarle: ¿Eres tú aquél que había de venir, o esperaremos a otro? Respondiendo Jesús les dijo: Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis. Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio; y bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí”
Juan, estando en la cárcel manda a sus discípulos a preguntarle a Jesús: “¿Eres tú aquél que había de venir, o esperaremos a otro?” Desconozco los motivos de Juan para preguntar esto. Lo que sí sé, es que es una pregunta sencilla. ¿Eres tú o no eres tú? Simple. Es una pregunta sencilla, que puede contestarse con una respuesta sencilla. Un simple “SI” bastaba de parte de Jesús. Un “SI, vayan y díganle a Juan que YO SOY el que había de venir”
Pero Jesús no contesta así. Jesús contesta: “Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis. Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio; y bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí”
¿Cuál sería la cara de los discípulos de Juan? Ellos probablemente solo esperaban un “SI” de parte de Jesús. Jeje. Lo que mas me inquieta de la respuesta de Jesús, es que no les dijo nada nuevo. ¡Todo mundo sabía que Jesús era un hacedor de milagros y maravillas! La gente iba a donde Él iba sólo para ser sanada. Sus mismos enemigos reconocían que Él tenía poder para hacer milagros ¡La fama de Jesús por sus milagros era difundida por toda la región! (Mt 9:26, Mt 9:31)
Lo que les respondió Jesús no era nada nuevo. Pero estoy seguro de que la respuesta de Jesús, fue claramente entendida por Juan en la cárcel.
“LA RESPUESTA DE JESUS”   (Isaías 35)
“Se alegrarán el desierto y la soledad; el yermo se gozará y florecerá como la rosa. Florecerá profusamente, y también se alegrará y cantará con júbilo; la gloria del Líbano le será dada, la hermosura del Carmelo y de Sarón. Ellos verán la gloria del Señor, la hermosura del Dios nuestro. Fortaleced las manos cansadas, afirmad las rodillas endebles. Decid a los de corazón apocado: Esforzaos, no temáis; he aquí que vuestro Dios viene con retribución, con pago; Dios mismo vendrá y os salvará.Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces el cojo saltará como un siervo, y cantará la lengua del mudo; porque aguas serán cavadas en el desierto, y torrentes en la soledad. El lugar seco se convertirá en estanque, y el sequedal en manaderos de aguas; en la morada de chacales, en su guarida, será lugar de cañas y juncos. Y habrá allí calzada y camino, y será llamado Camino de Santidad; no pasará inmundo por él, sino que él mismo estará con ellos; el que anduviere en este camino, por torpe que sea, no se extraviará”

Jesús le contesta a Juan citando una de las profecías escritas en el libro de Isaías. Esta profecía declara que cuando Dios mismo viniera a salvar, sucederían la serie de señales y milagros que los discípulos de Juan han visto y oído.
En estos momentos, Juan podría claramente identificarse como alguien de corazón agobiado o triste, e incluso con cierto temor acerca de la identidad de Jesús. Las cosas no son buenas para él. Se encuentra en la cárcel y no es testigo de las cosas que están sucediendo con Jesús. No creo que la situación de Juan sea en realidad fácil. Pero la respuesta de Jesús es completa: Lo alienta. Lo anima. Dios esta ahora en escena :) Todo marchará bien.
Por otra parte, si alguien estaba familiarizado con las profecías de Isaías, ¡ese era Juan el Bautista! Es más, sin ir más lejos ¡él mismo es una profecía cumplida del  profeta Isaías! El mismo es de quien se habla en el capítulo 40 de Isaías. Él mismo es la “voz que clama en el desierto” preparando el camino del Señor. Así que la respuesta de Jesús citando Isaías 35 por supuesto que le es familiar.
Juan sabe que “El es”. Juan sabe que no hay que esperar ni buscar a otro. Juan ahora sabe que Dios mismo estaba pisando esta tierra. Juan sabe que las señales y milagros que se estaban realizando, son el “sello de garantía” de su advenimiento. Juan puede ahora partir tranquilo. Sonríe desde la cárcel. Su parte ha concluido. La salvación está en manos del Hijo de Dios.

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