miércoles, 13 de julio de 2011

El criador de Betfagé (relato imaginario)

MI NOMBRE ES AZUR Y SOY HEBREO
Mi nombre es Azur, hijo de Abdiel. Vivo en Betfagé, una pequeña aldea en el monte de los Olivos, cercana al camino que viene de Jericó a Jerusalén. El nombre de mi esposa es Naara, hija de Adriel. Mis hijos son Elcana, Jehud y mi preciosa hija menor Jemima. Soy hebreo.
Mi vida es la típica de un hebreo. El campo es mi ocupación y la de mi familia. La cría de ganado es nuestro sustento. Las jornadas son duras, pero gratificantes. La madrugada ve iniciar nuestras labores, mientras las puestas de sol nos reúnen a la mesa al final del día. El Señor ha bendecido a quienes hemos regresado a esta fértil tierra, luego de tanta dispersión a lo largo de la historia. Nuestra historia.
Quienes somos hijos de nuestro padre Abraham, hemos tenido altas y bajas. Desde que Dios nos tomó por Su pueblo, hemos sido esclavos, pero también hemos sido imperio; hemos conquistado la tierra posesión nuestra, pero también hemos sido llevados cautivos a tierras lejanas; hemos visto la Gloria del Señor y Sus proezas, pero también hemos alejado nuestros corazones de Él y sufrido las consecuencias. Ésta es la historia de Israel. La historia de mi pueblo. Mi historia.
Nosotros. Israel. Hace más de 400 años que Dios parece que no nos habla. El dolor de Su silencio mina nuestros corazones. El brillo de los grandes líderes que nos guiaron en el pasado, parece que ha quedado en oscuridad. Las voces que dirigían a Israel con el Espíritu del Señor, hoy son mudas. Mi pueblo anhela un Moisés. Israel espera otro Elías. ¡Cómo quisiéramos tener de vuelta a David!… pero sólo esperamos.
Nuestros abuelos vislumbraron un poco de esperanza en Judas hijo de Matatías, quien valientemente, con un grupo de seguidores, hizo frente a las tropas de Antíoco, purificando así el culto en el templo de Jerusalén. Es por ello que hoy día, celebramos la “fiesta de dedicación” recordando su heroico acto. Pero las cosas no han cambiado mucho. Ayer eran los seléucidas quienes nos dominaban. Hoy, Roma domina al mundo con su puño de hierro. Ayer era Antíoco, hoy es Tiberio. Sólo han cambiado los nombres. En Israel… sólo esperamos.
Soy hebreo, pero en ocasiones mi religión no me gusta. Como familia, guardamos el día de reposo y visitamos la sinagoga de manera habitual. Celebramos la Pascua, la fiesta de las Semanas, la Fiesta de los Tabernáculos y muchas otras fiestas, como cualquier familia hebrea normal. Elcana y Jehud son circuncidados al igual que yo. Intento cumplir con las regulaciones que la Ley establece de la mejor manera posible. Escuchamos con atención la lectura de las Escrituras en la sinagoga, para ser instruidos por quienes conocen la Ley y los Profetas mejor que nosotros.
Aún así, en ocasiones, la religión no me gusta. Sólo he platicado de esto con mi esposa Naara y mi hijo Elcana, porque ya tiene edad suficiente para entenderme. He visto gente que trata con desprecio a los demás. He visto que a muchas personas les asusta acercarse a Dios por no poder seguir las indicaciones meticulosas, y muchas veces ridículas, que nos dan los fariseos. En ocasiones, he sentido que la religión es más una farsa política que un acercamiento a Dios.
Pero soy hebreo y estoy orgulloso de serlo. Así que, según lo indicado por la Ley, asisto anualmente a las fiestas en Jerusalén. Aunque he de confesar con pesar, que no es una experiencia grata subir a Jerusalén. ¡El sólo oír el griterío de los comerciantes en el Templo me asusta! ¡Van y vienen con utensilios, con dinero, con griterío! Parece más un mercado que una Casa de Oración. Además pienso en lo siguiente: el mandato de Moisés era presentarle nuestra mejor ofrenda al Señor. Sólo lo mejor. Y en ocasiones veo gente insensata, que compra cualquier baratija defectuosa para sacrificio a Dios. Y lo más irónico, es que ¡les venden esas baratijas en el mismo Templo! Eso llena de tristeza mi corazón.
Entiendo que el venir de Caná o Capernaum o cualquier ciudad de Galilea, es un camino largo y peligroso al atravesar la región samaritana (con quienes por cierto no tenemos buena relación) y por ello, quienes vienen de aquellas regiones prefieran comprar sus ofrendas en el Templo. Pero ¿no podrían en verdad ofrecer mejores cosas a Dios? ¿Quienes observan el culto del Templo, porqué dejan pasar por alto algo tan importante como el sacrificio perfecto delante del Señor y se preocupan por otras trivialidades? Yo soy criador de ganado y reconozco cuando son animales de buena calidad, y puedo decir que lo que venden en el Templo, no es con la intención de ofrecer lo mejor a Dios, sino de ganar dinero. ¡Sólo el dinero y el reconocimiento social parece que les importa! ¡Cuántas veces mi corazón ha tenido el deseo de volcar las mesas de esos ladrones que roban al pueblo y rebajan el sacrificio grato a Dios! Pero, después de todo, ¿quién soy yo para hacerlo? ¿Con qué autoridad puedo hablar con esa gente siendo yo un criador de ganado de Betfagé?
Sé que no es correcto que yo hable así siendo un hijo de Abraham, pero me gusta ser sincero. En ocasiones mi religión no me gusta. ¿Habrá algo más? ¿Será que nuestra religión será obsoleta para cuando mis nietos tengan mi edad? ¿Terminaremos nuevamente volviendo nuestros corazones ahora a los ídolos abominables de lo griegos? El Señor muestre Su favor para con nosotros y traiga pronta salvación a Su pueblo Israel.
Mientras… en Israel… sólo esperamos.
UNA VOZ DIFERENTE
He de confesar que un personaje capturó hace meses mi atención. Su nombre es Juan, hijo de Zacarías. Es un personaje polémico he de decir. Es raro hasta en su indumentaria: vestido de pelo de camello y un cinto. Su estilo de vida, se acerca más al de los esenios que al de los fariseos o los saduceos. Parece más un ermitaño que un líder que busque dominar. ¡Se alimenta de miel y langostas! ¡Vaya dieta! No es violento, eso no lo identifica con los zelotes. Su única violencia es verbal. Habla directo al corazón. No intenta agradar a nadie, mas que a la misión, que dice, el Señor le encomendó.
Desde que oí de su fama por las regiones del río Jordán, quede intrigado por alguien que se levantara predicando el arrepentimiento. En lo personal, creo que el arrepentimiento es el más importante paso en el camino de vuelta al Señor.
Así que me aventuré a hacer un viaje a las orillas del Jordán para escuchar su voz. Al llegar a donde él se encontraba, bastó poco tiempo para que su discurso me impactara. Con el agua a la cintura, su voz rugía clamando en aquellas regiones desérticas. Habla con seguridad. No titubea. Sus ojos realzan la firmeza de quien no retrocede. De quien no se amedrenta por nada. ¡El Espíritu del Señor está con él! Recibe a todos: judíos, romanos, pobres o ricos. ¡Incluso soldados romanos se acercaron a escucharle! Aquél día, resultó ser inolvidable para mí.
En mi corazón existía una pregunta: “¿Será él el Mesías que esperamos? ¿Por fin veremos la salvación de Israel?” Al parecer no era el único con tal presentimiento en mi ser. Juan miraba nuestros rostros como si pudiera ver reflejada en nuestras frentes esa pregunta. Él sabía que estábamos esperando al Mesías. Él veía caras expectantes de la promesa cumplida para nuestro pueblo.
Nos miro, y dijo: “Yo los bautizo en agua para arrepentimiento, pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar encorvado la correa de su calzado; Él los bautizará con el Espíritu Santo. Su aventador está en Su mano. Limpiará Su era. Recogerá el trigo en Su granero y quemará la paja en fuego que nunca se apagará”
¡Mi corazón latió como nunca antes! ¡Mi respirar se detuvo por unos instantes! ¡Por fin! ¡Después de Juan, vendría el Mesías de Israel! ¡La espera terminó! ¡El Mesías esta a la puerta!
De pronto, la presencia de Juan se hizo pequeña, y mi corazón imaginó la figura de Aquel a quien nuestro pueblo ha estado esperando por siglos. En un instante, Juan quitaba nuestros ojos de él, y depositaba nuestra esperanza en Aquel que había de venir después de él. Juan insistía en eso. Juan nos habló de Alguien mucho mayor que él. Él iba a traer la salvación esperada por nosotros.
En aquellas horas, al lado del Jordán, yo quería ser parte del plan. Yo quería ser como Juan. Si Juan me hubiese llamado, lo hubiera dejado todo por anunciar el mismo mensaje que él daba. Yo quería anunciar a la gente que nuestra redención estaba cerca. Su mensaje llenó nuevamente mi corazón de fe. ¡El Mesías y Su reino están cercanos!
No pude pensar en otra cosa durante el regreso a casa. Mi camino de vuelta al hogar no pudo ser más intranquilo. Las palabras de Juan seguían alborotando mi corazón. ¡El Mesías está cerca! Lo primero que hice llegando a casa fue hablar con mi familia emocionado, como cuando mi hermosa Jemima me cuenta sus historias infantiles. Parecía un niño con la más grande anécdota por contar. Platiqué cada detalle del mensaje que Juan daba en el desierto. Les relaté cuando, con lágrimas en los ojos, me zambullí en aquellas aguas, arrepentido por todo aquello en lo que he fallado a Dios. Mi voz quebraba y ahora mismo se me hace un nudo en la garganta de sólo recordar aquellos momentos en el Jordán.
Mi familia, agotada del trabajo del campo, me escuchaba más por respeto que por interés. Sé que ellos me prestaron atención, pero también sé que es difícil ver a su padre regresar contando una historia de un predicador vagabundo que baña a la gente arrepentida en el Jordán. Con un beso en la frente, fueron a dormir.
Naara y yo intentamos hacer lo mismo. Entrada la noche, luego de hacer oración. Apunto de dormir. Mi hermosa Naara me miró fijamente a los ojos y pronunció palabras que a la fecha no he podido olvidar: “Azur, lo que nos cuentas es hermoso, pero tu lugar es Betfagé, no las orillas del Jordán, ni Jerusalén. Tú perteneces aquí. Eres criador de ganado. Esta es tu vida.” Y apagando la vela, echó a dormir. No supe que hacer. Hace unas horas, soñando en el Jordán, y en esos instantes, de vuelta a mi realidad. Un simple y sin educación criador de ganado de Betfagé. Mis lágrimas mojaron mi lecho. Mi corazón peleaba entre el Azur soñador, Azur el que quería unirse a los planes de Dios, y Azur el criador de ganado de Betfagé.
Mientras…en Israel… solo esperamos.
UNA VOZ EN MIS SUEÑOS
Tres años han pasado desde mi encuentro con Juan en el Jordán, y el mundo da vueltas pero mi vida sigue igual. Al parecer, la plática con mí amada Naara aquella noche hace 3 años, terminó siendo realidad: esta es mi vida. Seguiré siendo el simple Azur, criador de ganado de Betfagé. Seguiré siendo un hombre sin trascendencia, aún cuando hoy Israel esté de cabeza.
Una voz en mis sueños me habla desde hace dos años. Un par de años han pasado, y la voz de Dios en mis sueños sigue siendo la misma: “Cría un asna y un pollino” No importa cuánto tiempo pase en oración, Dios es lo único que me habla. “Cría un asna y un pollino” ¿No hay más para mí? ¡A eso me dedico! ¡Soy criador de ganado! ¿Acaso el Señor no me quiere incluir en sus planes? ¿No tiene nada nuevo para mí más que seguir haciendo lo que ya hago? Pregunto en la sinagoga y me dicen lo mismo: “Si el Señor te manda criar un asna y un pollino, hazlo” Y el sueño, sigue por las noches, hablando a mi interior: “Cría un asna y un pollino”
Debo ser sincero. Aún en mi frustración al no poder hacer nada frente a los tiempos complejos de Israel hoy día, este sueño ha dado un nuevo significado a mi profesión. No sé si por locura o por sensatez. No sé si es contagio de la confusión que se vive hoy en mi nación, pero si el Señor me demanda “criar un asna y un pollino” lo haré de la mejor manera. Mucho me he quejado de quienes ofrecen a Dios cosas inservibles. Cosas defectuosas. Yo no quiero ser igual. Si lo único que Dios quiere de mi es “criar un asna y un pollino” ¡serán la mejor asna y el mejor pollino que Dios pueda tener! Es por ello que desde el primer sueño, hace dos años, decidí obedecer: aparté una asna nacida en mi establo sólo para Él. No se ocupará para ninguna otra cosa. Será para Él. Y junto con dicha asna, aparté también uno de sus pollinos. Él quiere que “críe un asna y un pollino” y así lo haré. Pero lo haré para Él. Los apartaré para Él. ¿Acaso “santo” no significa “apartado”? Apartaré un pollino y una asna para Él. No tendrán ningún uso. Si muero yo antes que ellos, no me importa, se quedarán apartados para Él. Eliatá, mi siervo, procura especial cuidado a aquellos dos. Los alimenta de la mejor pastura y no de las sobras. Ni siquiera mis hijos ocupan esa asna ni aquel pollino. Jamás han sido montados ninguno de los dos. Ni por persona alguna, ni para llevar carga. Su aseo es meticuloso. Ocupan el mejor espacio en mis criaderos. ¡Ni siquiera yo me he atrevido a montarlos! Serán dedicados para mi Señor.
Esa es mi decisión ante mi sueño. Espero sea correcto, aún en días como éstos. Días de gran agitación en Israel. Días como nunca se han visto en su historia. La luz de Juan se apagó, pero un personaje sorprendente camina hoy por Israel. Es un personaje único, diría yo. Israel no ha visto personaje igual. ¿Será acaso este personaje del que nos hablaba Juan hace 3 años a las orillas del Jordán? ¡Cómo quisiéramos que Juan nos quitara esa duda!, pero hoy, la luz de Juan se ha apagado, y se ha visto opacada por este nuevo personaje que levanta Su voz en Israel.
No lo he visto con mis ojos. Sólo he escuchado hablar de Él. Irónicamente no he tenido tiempo de buscarlo, porque tengo la “noble” labor de criar a mi “asna y mi pollino”. Cada día que pasa, su nombre se vuelve más famoso, no sólo para judíos sino también para gentiles. Le llaman Jesús el hijo de José. Dice la gente que nació en Belén y se crió en Nazareth siendo el oficio de su padre el de carpintero.
Es en estas ocasiones que me pregunto ¿si Dios puede ocupar a alguien de Nazareth, porqué no ocupó a alguien de Betfagé? En fin. No cuestionaré la voluntad perfecta del Señor.
Este hombre se ha hecho gran fama. En realidad ha trastornado estos días. Desde hace más de un año, todo mundo habla de él y Su nombre va creciendo cada día más. Dicen que hace grandes milagros y que habla con una autoridad especial. Dicen que nadie en Israel ha hecho cosas como las que Él hace, ni dicho cosas como las que Él dice. Unos lo siguen fervientemente, y otros lo odian a morir. En tan poco tiempo, ha puesto de cabeza a Israel.
Lo más cercano que he estado de Él ha sido en Betania hace unas semanas. Betania es una población vecina a la nuestra. Lázaro, María y Martha son gente muy respetada y conocida en esa región. Tristemente Lázaro cayó enfermo. Tanto que murió. La familia de mi mujer conocía de tiempo atrás a Lázaro y sus hermanas. Así que, a petición de mi mujer, mi familia y yo fuimos a acompañar a Martha y a María en esta amarga copa que estaban pasando. Al llegar a Betania, fue sorprendente la cantidad de gente que amaba a Lázaro. Incluso había gente que vino desde Jerusalén para acompañarlas.
Aquello era mucha gente para una aldea tan chica. La casa de ellas estaba llena. Muchos lloraban. Mi familia y yo observábamos de lejos todo lo que ocurría. De pronto, Martha sale corriendo. Minutos mas tarde, regresa a donde estaba María en la casa, ¡y ahora es María la que sale corriendo junto con un grupo de gente! Nadie sabía que sucedía. Todo mundo murmuraba. Algunos comenzaron a decir que Jesús era amigo de Lázaro y que iban a la tumba. La multitud, y con ella nosotros, seguíamos de lejos.
Lo que era un funeral, se transformó en momentos en una celebración. ¡La gente comenzó a decir que Lázaro estaba vivo! El ambiente no era un ambiente cotidiano. Se respiraba algo diferente aquél día en Betania. Todo era confusión en mi interior. Yo sólo miraba de lejos y mi familia me miraba sorprendida. Sabíamos que algo fuera de lo común estaba pasando. Algo diferente. Algo extraordinario. Una sensación de miedo y gozo se mezclaban en nuestro corazón. Decidimos irnos. Era demasiado para nosotros.
Han pasado días, y la gente sigue hablando de Lázaro. Incluso hay gente que sólo va a Betania a conocer a aquél que estaba muerto, y que fue resucitado por Jesús el Nazareno.
Yo no sé que pensar. Hoy es de noche y sigo pensando. ¿Acaso Él será de quien habló Juan? ¿Tan pronto habría de venir después de Juan? ¿Y que tal que es un impostor? ¿Y que tal que si en verdad es el Mesías esperado y yo perdiendo mi tiempo criando “un asna y un pollino”? Las dudas asaltan mi cabeza.
Lo que es innegable es que Israel no es la misma desde que Él apareció. Betania ha sido testigo de las cosas que ha hecho, y, por lo que cuenta la gente, todo Israel se suma al testimonio de Su presencia.
Mientras… en Israel… sólo esperamos.
MI SUEÑO SE HACE VOZ
¡Los mejores días de mi vida! ¡Israel ya no debe esperar más! ¡Lo vi! ¡He visto al Mesías!
Aquél primer día de la semana, no parecía comenzar diferente a cualquier otro día. La madrugada fue testigo cuando Elcana, Jehud y yo comenzamos un día más de labores en el campo. Nuestro trabajo siempre requiere madrugar, ganarle al sol en su salida para que la jornada rinda favorablemente. Las indicaciones para mi siervo Eliatá fueron las mismas: “Cuida del asna y el pollino reservados para mi Señor. Antes de que te ocupes de los demás animales, asegúrate de que estos dos sigan en perfectas condiciones.” Todo sugería un día como cualquier otro, a no ser que durante el transcurso del mismo, mucha gente se aproximaba a las cercanías del monte de los Olivos.
Mi hijo Elcana dio un comentario acertado: “Es normal padre. Recuerda que se aproxima la Pascua, y mucha gente viene a Jeusalén a celebrarla” Tenía razón, aunque, aún cercana la Pascua, no me parecía normal tal cantidad de gente. Eran ríos de personas transitando el camino que lleva Jericó a Jerusalén. Además, el ambiente percibía algo diferente. Algo similar al ambiente que respiré en Betania cuando lo de Lázaro. Las personas parecía que esperaban ver algún espectáculo.
En mi interior estaba turbado, pero ante mis hijos, mostré seguridad y continuamos nuestras labores cotidianas. Era ya la hora sexta, y dispusimos nuestro retorno a casa. Naara y Jemima habían preparado algo de alimento para nosotros, pero sus rostros no podían disimular el asombro ante la gente que desfilaba por el camino cercano a nuestra casa. Quien sí se mostraba tranquilo era Eliatá mi siervo. Luego de atar en la puerta de mi hogar, el asna y el pollino que yo había apartado, siguió su camino con su familia para tomar alimento y descansar un poco. A él no le importaba mucho en realidad todo el alboroto que acontecía por los rumbos.
Disponíamos a tomar los alimentos cuando todo comenzó. “¡Se llevan tus animales! ¡Unos señores se llevan tus animales!” gritó Elihud con desesperación. Elcana y yo saltamos de la mesa, corrimos a la puerta, y nuestros ojos no podían creer lo que veían. ¡Un par de desconocidos, sin importar nada, estaban desatando los animales. Mis mejores animales. Los animales que yo había apartado para Dios!
¡Como si el día no fuera lo suficientemente raro, un par de extraños tomaban mis mejores animales! Los ojos de Elcana mi hijo se llenaron de rabia. Mi mujer se levantó de la mesa, y lo detuvo por el brazo. Todos mirábamos desde la puerta perplejos a este par de extraños desamarrar nuestros mejores animales. ¡Los animales que yo había apartado para Dios!
Mi voz por fin decidió a salir de entre mis entrañas. Una mezcla de miedo y rabia dio lugar a mis palabras: “¿¡Qué hacen desatando mis animales!?”
Por un instante, todo quedó en silencio. Aquellos dos varones, con apariencia tranquila, dieron vuelta. Y mirando fijamente a mis ojos, sólo se limitaron a decir éstas palabras: “EL SEÑOR LOS NECESITA”
Debo confesar que no supe que responder. Mi familia posó sus ojos en mí esperando alguna reacción. Pero ¡no tenía ninguna reacción! ¡Parecía mudo! Quedé inmóvil por unos momentos, sólo viendo las espaldas del par de varones que se llevaban lo más preciado de mis establos. Lo mejor. Lo que había dedicado al Señor.
Cuando volví en mí, pedí a Elcana que se quedara en casa. No escuché las voces de mi familia que me instaban a entrar y olvidar lo que había sucedido. Sólo entré por un manto para cubrir mi espalda, y caminé siguiendo al par de varones y a mis animales.
Cada paso que daba a distancia, tras estos varones, me guiaba a Él. Mi corazón latía con más fuerza mientras más me acercaba a la multitud. Sólo veía siluetas. Sólo veía espaldas de gente amontonada esperando a Alguien aparecer en aquel Monte de los Olivos. Mis animales y el par de varones se perdieron en la multitud. Por más que intento cruzar, el gentío me hace deslizarme más y más hacia la bajada del monte.
Entre empujones y gritos siento que Alguien se aproxima. Veo una figura acompañada del sol, descendiendo la colina montado en una asna y un pollino… Una figura que nunca olvidaré…
Los gritos se vuelven silencio en mi interior. La gente se vuelve nadie entre Él y yo. Nada importa. Sólo estamos Él y yo. Su simple presencia basta. Su Ser es incomparable. Sólo me mira… Su mirada bastó para mí… Sólo me miró… Sólo me miró.
Mi manto se tendió delante de Él. Mis lágrimas caían de mis ojos. Mis risas entremezcladas con sollozos no se podían ocultar, al ver mis animales llevando en sus lomos al Rey de Israel. Mi quebrantada voz sólo aclamó acompañando a la multitud que decía: ¡Hosanna! ¡Bendito el Rey que viene en el Nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! ¡Hosanna al Hijo de David!
Mis ojos veían al Mesías por primera vez. No necesité verlo antes para reconocerlo. Él es. Él es Quien Él es. Su Presencia habla por si sola.
Multitudes lo seguían al igual que yo. Multitudes que, al igual que yo, anhelamos que establezca Su reino. Multitudes que somos afortunados al ver a nuestro Rey.
Todo esto sucedió ayer. El primer día de la semana. Ayer, el primer día de la semana, se ha convertido, en el primer día de mi nueva vida. Mis ojos han visto al Rey y sé que todo cambiará.
¡Es increíble pensar cuán cerca estuve de Él! ¡Y aún lo estoy! ¡El Mesías ayer durmió en Betania, muy cerca de aquí! No puedo dejar de llorar al pensar que Betania se ha convertido en el lugar de Su descanso. La cercana Betania. Ayer después de su entrada a la Ciudad de David, regresó a Betania a descansar. Y hoy, de Betania ha salido para volver a Jerusalén a hacer lo que mi valor nunca me permitió hacer. Es ya la segunda vigilia de la noche, pero no puedo dejar de escribir lo que mis ojos vieron el día de hoy. Lo que mi corazón anheló hacer mucho tiempo, el Mesías lo hizo hoy.
El Templo no resistió Su Presencia. Entrando a una voz sentenció: “¿No está escrito?: Mi casa será llamada Casa de Oración para todas las naciones. Mas vosotros la habéis convertido en cueva de ladrones”
Fui testigo de eso. Mi sonrisa no se ocultaba en mi rostro. ¡Por fin alguien ponía en su lugar a esos bandidos! El Templo se volvió una locura. La gente gritaba. Algunos apoyaban mientras los religiosos crujían los dientes de rabia e impotencia. ¡Ya basta de sacrificios imperfectos para Dios! Si algo habremos de ofrecer a Dios, que sea lo mejor.
Sólo una cosa me llamó la atención de Su discurso: El dijo: “Casa de Oración para todas las naciones” ¿Acaso nuestro Dios salvará también a otras naciones?
Hoy vi a algunos de sus seguidores, y no todos son hebreos. Mucha de la gente que lo escucha viene de diferentes lugares. Él acepta a todos por igual. Sólo que es un concepto nuevo para mí. Israel siempre ha sido el pueblo elegido por el Señor, así que este concepto de “las naciones” me resulta novedoso. El muestra favor a todo tipo de gente. Él no desprecia incluso a los pecadores arrepentidos de su pasado. El recibe a todos los que le buscan de corazón.
Mis ojos se cierran de sueño, aún cuando mi corazón palpita sabiendo lo cercano que está el Mesías de mi puerta. ¡Duerme en Betania! Intentaré descansar. Sé que los días por venir, cambiarán el destino de Israel, y según Sus palabras, el destino de todas las naciones.
Mientras… en Israel… sólo esperamos… pero no por mucho tiempo.
SU SUEÑO PERFECTO CUMPLIDO
Hoy lo entiendo todo. Hoy todo es tan claro como el sol de mediodía. Hoy las Escrituras que he escuchado de los discípulos del Mesías me aclaran el panorama. Hoy estoy seguro en Él.
Todas mis dudas se han disipado. Todas mis preguntas han tenido respuesta.
Hoy le agradezco que me haya utilizado. Hoy entiendo mi misión. Este sencillo siervo de Betfagé, crió al “asna y al pollino” que llevaron al Mesías a Jerusalén. Su Jerusalén.
Así como habló el profeta Zacarías: “Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu Rey vendrá a ti, Justo y Salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna.”
¡Él ocupó mis animales! ¡Él se dignó a tomarlos para entrar a Su ciudad! ¡Este sencillo criador de Betfagé proveyó al Señor su pollino! ¡Gracias Señor por dignarte en ocuparme! No importa cuán pequeña es mi labor, ¡me incluiste en Tus planes!
Ahora no serán mis pollinos. Ahora seré yo quién anuncie al Mesías entrante. Ahora mi voz hablará de Ti.
Hoy entiendo el porqué Él tuvo que morir y resucitar. Hoy sé que Él cumplió las Escrituras. Isaías declara: “Él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados”
Hoy sé que David habló de Su resurrección: “No permitirás que Tu Santo vea corrupción”
Hoy entiendo que purificó el Templo, ofreciendo el mejor de los sacrificios. Hoy sé que lo que hizo en Jerusalén, fue quitar los sacrificios vanos, y ofrecerse Él mismo como un sacrificio Perfecto y Santo. Un sacrificio Único. Hoy sé que Él se ha entregado por nosotros como sacrificio perfecto a Dios. Hoy entiendo muchas cosas. Hoy Sus seguidores hablan con denuedo y con valor. ¡Hoy hasta los gentiles buscan Su rostro!
Hoy sé que me ha resucitado como a Lázaro. No para vida terrenal sino para vida eterna. Hoy entiendo muchas cosas. Hoy, este criador de Betfagé ha nacido de nuevo.
Las cosas aún siguen difíciles en Israel. Los religiosos esperaban a un caudillo, e ignoran su situación espiritual delante de Dios. Roma sigue dominando nuestro territorio, pero quienes hemos confiado en Él, somos verdaderamente libres. Roma podrá dominar nuestra tierra, pero nunca dominará nuestra alma.
Los discípulos insisten en predicar lo que Él enseñó en esta tierra: Su reino no es de este mundo. Sin embargo. Él regresará a juzgar a las naciones. Así como se levanta un relámpago del oriente al occidente, así será cuando Él regrese a establecer Su dominio.
Su regreso es inminente y lo esperamos quienes hemos confiado en Él. En ocasiones me he preguntado si Él volverá a pedirme que críe un pollino para Su retorno. Sinceramente no lo creo. Imagino más Su retorno como Rey Triunfante. No creo que un pollino sea un animal adecuado para Su retorno. Yo… lo imagino más… en un caballo blanco. En fin. No me importa en qué animal regrese, sólo anhelo que Él regrese
Los que hemos decidido seguir al Mesías, hemos sido blanco de amenazas de los fariseos. Los tiempos siguen siendo muy difíciles. La muerte se respira para quienes confiamos en Él. Aunque eso no nos amedrenta. Él esta vivo. Nosotros lo estaremos con Él.
Israel sigue de cabeza. Se siguen viendo locuras en este tiempo. No cabe duda que la llegada del Mesías ha partido el tiempo en dos. Grandes cosas siguen aconteciendo. Buenas y malas. Los apóstoles hacen milagros y maravillas. Roma sigue apretando el puño contra nosotros. Los fariseos cada día se vuelven más intolerantes ¡Hasta el acérrimo asesino de seguidores del Mesías, Saulo de Tarso, se hace pasar ahora por seguidor del Mesías! Sólo el Señor conoce el corazón de tal hombre. Si ha de seguir al Mesías, que lo haga con sinceridad, si no, que el Señor se apiade de él por las atrocidades que ha hecho en contra de los seguidores del Mesías.
Como de costumbre, me he levantado del lecho a escribir. Estos años han sido tiempos fuera de lo común. Dios no nos habló durante 400 años, y Él ha decidido hablarnos hoy a través de Su Hijo. ¡Afortunado soy de ser parte de esta generación que ha visto al Mesías!
Aún con todo lo que ha acontecido, mi vida parece la misma. Naara duerme con hermosura. Mi hijo Elcana sigue siendo un varón responsable y próximo al matrimonio. Jehud crece más que nunca. Mi hermosa Jemima, la menor, aprende de su madre a ser una hermosa israelita. ¡Quien despose a mi pequeña Jemima, se llevará con él una joya, una mujer virtuosa, como la que yo he encontrado en Naara!
Yo, sigo siendo el mismo criador de ganado de Betfagé. Los vecinos siguen preguntándome acerca de aquél primer día de la semana cuando dos de los apóstoles vinieron por mis animales para montar sobre ellos a Jesús. ¡Les encanta escuchar la historia! Aunque soy el mismo sencillo criador de ganado de Betfagé, hoy tengo vida eterna gracias a lo que nuestro Rey ha hecho por mí. Hoy, mi familia y yo hemos contemplado la hermosura del Señor.
Hoy he aprendido a obedecer. A que no hay labor pequeña delante del Señor. He aprendido a darle lo mejor al Señor cada día de mi vida. Me siento honrado de ser quién proveyó a Jesús de sus animales para montar a Jerusalén. Esa es mi misión. Y la he cumplido.
Mientras… en Israel… sólo esperamos… Su retorno.

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