miércoles, 13 de julio de 2011

Judá

Leyendo en Génesis la historia de José, atrapó mi atención una serie de incidentes que se relatan en el transcurso de la misma, y esto es en la vida de uno de los hermanos del mismo José: su hermano Judá Judá fue hijo de Lea, esposa de Jacob, fue el cuarto de los doce hijos que posteriormente fueran cabezas de las doce tribus de Israel (nombre que le dió Dios a Jacob)
Este varón creció y junto con sus hermanos, se dedicaba a apacentar las ovejas de su padre. La parte central de la historia es bien conocida por muchos: sus hermanos tienen envidia de los sueños que Dios le daba a José, deciden venderlo, y años más tarde se convierte en la mano derecha de Faraón tras pasar distintas dificultades, manteniéndose fiel a Dios. La historia de José es digna de revisarse a detalle, y grandes enseñanzas surgen de ella, pero retomando el tema de este escrito, mi interés se centró en Judá durante este periodo trascendente en la vida del pueblo de Israel.
PRIMERA HISTORIA
En Génesis 37, verso 26 y 27 leemos: “Entonces Judá dijo a sus hermanos: ¿Qué provecho hay en que matemos a nuestro hermano y encubramos su muerte? Venid, y vendámosle a los ismaelitas, y no sea nuestra mano sobre él; porque él es nuestro hermano, nuestra propia carne. Y sus hermanos convinieron con él.”
Aquí vemos a Judá quien es el que propone lo que ha de hacerse con su hermano José. Lejos estaría yo de tener autoridad moral como para criticar la acción de Judá, pues sé que muchas de mis actitudes a lo largo de mi vida no le agradan a Dios, y oro para que Él me transforme, pues posiblemente por envidia hubiera actuado de igual manera yo. Pero analizando un poco más la actitud, también creo que existía cierto temor de que la sangre de su hermano José de apenas 17 años cayera sobre su cabeza. Por otra parte, posiblemente Judá no tenía el valor de enfrentarse a sus hermanos evitando así que fuera vendido (intento fallido que por cierto planeó Rubén el mayor escondiéndolo en la cisterna).
Así que creo que la decisión más “inteligente” fue venderlo. Creo que Judá pensaba de manera rápida, y era inteligente para decidir sobre la marcha en situaciones apretadas. Esa es la impresión que me deja. Posiblemente Judá pensó: “Si lo vendemos, asunto arreglado: no soy culpable delante de Dios por haberle matado, mis hermanos quedan contentos por la ganancia económica por su venta, y su destino… pues se lo dejamos a Dios… además de que me visto de “justo” evitando que matemos a “nuestro hermano, nuestra propia carne”
Jeje… muchas veces en mi vida he tomado este tipo de decisiones “inteligentes” pero que hablan mal de la integridad de una persona. Decisiones en las que todos pudieran parecer beneficiados. Es más, hasta el mismo José debía estar agradecido con él ¿cierto? ¡Judá le acababa de salvar la vida! Es irónico que Judá diga que no quiere hacer mal a su hermano que es su carne, y proponga al mismo tiempo venderlo. Esto habla de un doble discurso, de una doble intención, de falta de integridad. Si de verdad estás dispuesto a defender a tu hermano, lo haces sin importar las consecuencias. (1era de Juan 3:16)
SEGUNDA HISTORIA
Mas adelante, en todo el capítulo 38, se narra la historia de Tamar (nuera de Judá) En el verso 1 dice: “…Judá se apartó de sus hermanos” El motivo no se expresa, ni se puede suponer. Tal vez remordimiento, tal vez rebelión, tal vez conflictos familiares, etc. Los que hemos leído la historia de Tamar, sabemos de que se trata, los que no, este es una reseña corta: Judá se enamora de una mujer llamada Súa (que no era de su pueblo) y tiene varios hijos. Uno de sus hijos, toma por esposa a una mujer llamada Tamar. Pero este hijo de Judá “hace lo malo delante de Dios” y Dios le quita la vida. Por costumbre en el oriente, cuando una mujer quedaba viuda y no había tenido hijos, tenía el derecho de pedir como esposo al siguiente hermano de la familia de su esposo muerto. Así que Tamar solicitó ese derecho a lo que Judá su suegro accedió. Pero el siguiente hijo de Judá, no quería darle descendencia, por lo que “vertía en tierra” A Dios no le agradaba ello, así que de igual manera, le quita la vida al segundo hijo de Judá. Al ver Judá lo que sucedía, le dijo a Tamar: “Quédate viuda en casa de tu padre, hasta que crezca Sela mi hijo; porque dijo: No sea que muera él también como sus hermanos. Y se fue Tamar y estuvo en casa de su padre.” (Gn. 38,11) Aquí nuevamente la astucia de Judá se deja ver (¿lo habrá heredado de Jacob? jaja) El conocía el deseo de Tamar de tener hijos (en la antigüedad, las mujeres que no tenían hijos eran objeto de burla; incluso en la actualidad, un gran deseo de la mujer es concebir hijos)
¿No era extraño que los hijos de Judá no le dieran hijos siendo hombres fuertes y jóvenes? ¿No era extraño que Dios les haya quitado la vida a tan corta edad? ¡Desde luego que si! Y Judá lo sabía, por ello no le dió como esposo a su hijo Sela, por temor a que le pasara lo mismo.Dice el verso 14: “… porque veía (Tamar) que había crecido Sela, y ella no era dada a él por mujer.” A Judá “se le olvidó” su nuera Tamar. Sela ya tenia edad para tomar a Tamar por mujer pero Judá no hace nada al respecto. Nuevamente Judá se ve en una situación complicada, y nuevamente hace gala de su inteligencia (aunque Tamar demostró la audacia de las mujeres y exhibió a su suegro Judá además de lograr la descendencia que tanto anhelaba del mismo Judá que la había desamparado)
Sabemos que muchas cosas que los hijos hacen, las aprenden de sus padres. Judá lejos de mirar en su vida o en la de sus hijos algo que cambiar que no le estaba agradando a Dios, decide “salir del paso” con promesas incumplidas hacia Tamar su nuera.
TERCERA HISTORIA
Han pasado más de 20 años en la vida de Judá. Hay gran hambre en toda la tierra. Muchas cosas han pasado desde entonces. 20 años es tiempo considerable para ver la vida en retrospectiva, y evaluar nuestra conducta delante de Dios. Jacob manda a sus hijos a Egipto a comprar alimentos, menos a su amado hijo Benjamín el menor (el único hijo que le quedaba de Raquel, pues Jacob pensaba que José había sido devorado y estaba muerto) El administrador de Egipto (José a quienes ellos no habían reconocido todavía) los trata de espías. “Y decían el uno al otro: Verdaderamente hemos pecado contra nuestro hermano, pues vimos la angustia de su alma cuando nos rogaba, y no le escuchamos; por esto ha venido sobre nosotros esta angustia”
Después de tantos años, ellos todavía tienen presente el fatal error que cometieron contra su hermano José. Creen que este hombre extraño que los acusa de espías, es la paga del pecado que cometieron hace muchos años en contra de su propia carne, su hermano José. Este hombre les pide que traigan a Egipto a su hermano menor para comprobar sus palabras y demostrar que no son espías. Con todo el dolor de su corazón, parten los 10 hermanos de vuelta a casa de su padre y le explican lo sucedido. Jacob casi muere de la angustia de alma con lo que le están diciendo. Aquel hombre de Egipto quiere ver a su hijo menor, el único que le queda de su amada Raquel.
Rubén intenta consolar a su padre, y le pide que le permita a Benjamín ir, el se hará responsable si algo sucede. Jacob se niega. Judá entra en la situación diciendo: “Envía al joven conmigo, y nos levantaremos e iremos, a fin de que vivamos y no muramos nosotros, y tú y nuestros niños. Yo te respondo por él, a mi me pedirás cuenta. Si yo no te lo vuelvo a traer, y si no lo pongo delante de ti, seré para ti el culpable para siempre…”(Gn. 43,8:9)
Jacob accede. Judá tiene comprometía su palabra. Regresan a Egipto. José (aun sin revelarse a sus hermanos) los vuelve a probar. Coloca la copa real en el saco de Benjamín su amado hermano fingiendo un robo. Se les acusa. Todos unidos responden: “… ¿cómo pues habíamos de hurtar de casa de tu señor plata ni oro? Aquel de tus siervos en quien fuere hallada la copa, que muera, y aun nosotros seremos siervos de mi señor” (Gn. 44,8:9) “Y buscó; desde el mayor comenzó, y acabó en el menor; y la copa fue hallada en el costal de Benjamín.”
Es muy difícil intentar comprender ese momento con su real intensidad. ¿Qué estaría pasando por la cabeza de Judá esta vez? ¿Que sentiría de que aquel extraño de Egipto quitara la vida a su hermano menor? ¿Y si Benjamín había de verdad hurtado la copa? ¿Algún otro de sus hermanos mayores tomaría la responsabilidad? ¿Le dirían a su padre lo sucedido o volverían a inventar alguna otra excusa? ¿Estaría de verdad dispuesto a dar su propia vida por su hermano menor? ¿Y sus hijos? ¿Y su familia?
“Entonces dijo Judá: ¿Qué diremos a mi señor? ¿Qué hablaremos, o con qué nos justificaremos? Dios ha hallado la maldad de tus siervos; he aquí, nosotros somos siervos de mi señor, nosotros, y también aquel en cuyo poder fue hallada la copa… te ruego, por tanto, que quede ahora tu siervo en lugar del joven por siervo de mi señor, y que el joven vaya con sus hermanos. Porque ¿cómo volveré yo a mi padre sin el joven? No podré, por no ver el mal que sobrevendrá a mi padre.”
El mismo Judá que había vendido a su hermano José hace aproximadamente 20 años, era el mismo Judá que estaba dispuesto a salir en defensa de la vida de Benjamín ante el egipcio que demandaba que su palabra fuera cumplida.
Judá ya no iba a tomar la decisión más “inteligente”. Judá ya no iba a comprometer más su palabra. Judá había aprendido la integridad. El iba a conservar lo correcto, fuera lo que fuera el costo de ello. Por eso me impacta Judá en este relato. Un Judá primero que iba por la puerta sencilla, un Judá cuya palabra no valía, un Judá que había engañado incluso a su propia nuera, a su propio padre, que había ignorado la mala actitud hacia Dios de sus hijos; ahora, un Judá diferente, un Judá responsable de sus palabras, un Judá íntegro, un Judá dispuesto a hacer lo correcto a pesar del costo de ello.
Ese Judá es el que a mi me impacta. Irónico resulta que el que vendió a José, es el que mas tarde se ofrece para salvar la vida de Benjamín. La culminación de la historia es bella. José se revela a sus hermanos, los cuales se abrazan y lloran con una mezcla de sentimientos difíciles de comprender. Jacob ha recuperado a sus dos hijos, y tiene de vuelta a sus 12 mas unidos que nunca.
¿Y que de Judá? Fue bendito por Dios por medio de Jacob de una manera muy especial:“No será quitado el cetro de Judá. Ni el legislador de entre sus pies, hasta que venga Siloh; y a él se congregarán los pueblos.” (Gn. 49,10)
Esta es una promesa Mesiánica para Judá, que de su descendencia, vendría el Rey de Israel (Jesucristo), promesa que evidentemente fue cumplida como se puede ver en el primer capitulo del evangelio de Mateo.
Si algo e enseña la Escritura, es que los hombres que en ella aparecen están lejos de ser perfectos (cosa que me alivia jajaja) Son hombres normales, que cometían errores, que gran parte de su vida vivieron engañando, lejos de Dios, robando, algunos incluso llegaron a matar y a adulterar. Pero los grandes hombres de Dios son las personas comunes que aceptan su condición y se vuelven a Dios para ser restaurados. El arrepentimiento es el eje de esta transformación tan grande. El volverse del pecado y seguir a Dios con todo el corazón.
Dios te ama y quiere hacer de tu vida algo que difícilmente puedes llegar a comprender. Esa es la voluntad de Dios, que todos procedamos al arrepentimiento. El no quiere que nadie se pierda. El te invita a seguirle y te promete la vida eterna a través del sacrificio de Cristo en la cruz por nuestros pecados. La decisión es tuya.

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