miércoles, 13 de julio de 2011

El Juego

Acab mandó llamar a todos los israelitas, y reunió a los profetas en el monte Carmelo. Entonces Elías, acercándose a todo el pueblo, dijo:
–¿Hasta cuándo van a continuar ustedes con este doble juego? Si el Señor es el verdadero Dios, síganlo a él, y si Baal lo es, a él deberán seguirlo.
(1ero de Reyes 18: 20-21) (Dios habla hoy)



Preparando un pequeño discipulado con el hno. Miguel González, este pasaje del primer libro de Reyes cautivó nuestra atención. Sin duda es un pasaje conocido por el valor que tiene el poderoso profeta Elías al enfrentarse a casi un millar de adoradores de los ídolos Aserá y Baal. Pero en este pasaje, encontramos también la pregunta que lanza Elías a cada uno de nosotros: ¿Hasta cuando van a seguir con este doble juego?
El asunto consistía en que los israelitas servían tanto a los ídolos, como al Dios verdadero. Elías lo que replica no es que no estén sirviendo a Dios. Lo que Elías replica es que están jugando a una “doble vida” pues sirven al Señor, tanto como sirven a ídolos.
Este asunto no es tan ajeno a nuestras propias vidas. La misma pregunta de Elías viene a nosotros: ¿Hasta cuando vamos a seguir con este doble juego? Sí. Por una parte sirviendo al Señor los domingos, pero por otra parte sirviendo a nuestros ídolos abominables. Sí. Por una parte enseñando en escuelita dominical, pero por otra cometiendo cualquier clase de inmoralidad sexual. Sí. Por una parte repartiendo entre los pobres, mientras por otra tratamos a los demás con desdén, desprecio y grosería. ¿Hasta cuando vamos a seguir con este doble juego?
La vida en el Señor debe ser una vida INTEGRA. No podemos servir en unas áreas al Señor, y servir con otras al pecado. Debemos rendir nuestra vida entera al Señor.
La Iglesia del Señor está llamada a ser Santa como Él es Santo (Levítico 19:2). Nosotros hemos fallado en eso. Soy el primero en reconocerlo. Soy el primero en reconocer que hay áreas en mi vida que deben ser entregadas al Señor. Debemos dejar de vivir este doble juego.
La respuesta la encontramos versículos más adelante dentro del mismo capítulo:
Entonces Elías dijo a toda la gente: –Acérquense a mí. Toda la gente se acercó a él, y él se puso a reparar el altar del Señor, que estaba derrumbado. Tomó doce piedras, conforme al número de las tribus de los hijos de Jacob, a quien el Señor dijo que se llamaría Israel, y construyó con ellas un altar al Señor; hizo luego una zanja alrededor del altar, donde cabrían unos veinte litros de grano, y tras acomodar la leña, descuartizó el becerro y lo puso sobre ella.
Luego dijo: –Llenen cuatro cántaros de agua, y vacíenlos sobre el holocausto y la leña.
Luego mandó que lo hicieran por segunda y tercera vez, y así lo hicieron ellos. El agua corría alrededor del altar, y también llenó la zanja.
A la hora de ofrecer el holocausto, el profeta Elías se acercó y exclamó: “¡Señor, Dios de Abraham, Isaac e Israel: haz que hoy se sepa que tú eres el Dios de Israel, y que yo soy tu siervo, y que hago todo esto porque me lo has mandado! ¡Respóndeme, Señor; respóndeme, para que esta gente sepa que tú eres Dios, y que los invitas a volverse de nuevo a ti!”
En aquel momento, el fuego del Señor cayó y quemó el holocausto, la leña y hasta las piedras y el polvo, y consumió el agua que había en la zanja. (1ero de Reyes 18: 30-38) (Dios habla hoy)

• Reparemos el Altar del Señor (versículos 30 y 31)
No se trata aquí de tomar piedras y ofrecer becerros. Tampoco se trata de hacer muchos sermones, cantar muchos cantos o no faltar ningún domingo a la Iglesia si es que todo esto lo hacemos sólo por cumplir o de manera monótona y rutinaria. No se trata de lo exterior sino de lo interior. Se trata de lo que significa el Altar. El Altar significa comunión con Dios. El Altar es el punto de encuentro entre los hombres y Dios. Cada uno de nosotros tiene su “tiempo de Altar” (o debiera tenerlo) Reparemos el Altar. Reparemos nuestra comunión con Dios. Tengamos intimidad con Él.
• Volvamos a Dios (versículo 37)
Dios anhela nuestro arrepentimiento. Arrepentimiento es dejar de hacer lo malo y volverse a Dios. No basta con vivir vidas “decentes”. Arrepentirse es dejar de hacer lo que no le agrada a Dios y comenzar a hacer lo que le agrada a Él. Volverse a Dios es dar la espalda al pecado para caminar por el camino que Dios traza.
• Necesitamos “Fuego del Cielo” (versículo 38)
El creyente tiene al Espíritu Santo desde el día de su conversión (Efesios 1:13) Pero no todo creyente está lleno del Espíritu Santo. Debemos anhelar vivir en el Espíritu. Estar siempre con la llenura del Espíritu Santo en nuestras vidas. No debemos conformarnos con tener al Espíritu Santo, sino que el Espíritu Santo controle la totalidad de nuestras vidas. El pasaje muestra como el “el fuego del Señor cayó y quemó el holocausto, la leña y hasta las piedras y el polvo, y consumió el agua que había en la zanja”. El Espíritu Santo no sólo debe consumir nuestro servicio a Él (holocausto) Debe consumir todo en nuestras vidas. Es hermoso ver como el pasaje muestra que hasta el polvo fue consumido por el fuego del Señor!! Todo. Nuestra manera de relacionarnos con nuestra familia, con nuestros amigos, con nuestros cónyuges. La manera en que hacemos negocios. La manera en que estudiamos. Todo. Nuestros actos y pensamientos. Todo debe ser consumido por el Espíritu Santo.
Sólo así podremos dejar de vivir un “doble juego” y contagiar una adoración verdadera.
Al ver esto, toda la gente se inclinó hasta tocar el suelo con la frente, y dijo: “¡El Señor es Dios, el Señor es Dios!” (1ero de Reyes 18: 30-38)

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