miércoles, 13 de julio de 2011

Eternidad

Existen cosas que no sabemos (ni sabremos) a totalidad. Existen cosas que exceden a la capacidad de razonamiento humano. Existen cosas acerca de la persona de Dios, que no podremos conocer a cabalidad sino hasta que estemos con Él. Y una de estas cosas, es laEternidad de nuestro Señor.
Max Lucado en su libro “Cuando Cristo venga”, aborda de manera divertida esta incapacidad de entenderlo todo. Narra la anécdota de un niño de apenas 5 años, que durante un viaje de carretera con su papá, le pregunta ansioso: “¿Papá, cuánto falta?” A lo que el inteligente padre responde: “Hijo, faltan 380 kms” La respuesta del pequeño de 5 años no se hizo esperar: “Papá ¿me puedes explicar qué es un kilómetro?” Jeje.


Lo mismo pasa con nuestros cuestionamientos acerca de Dios. ¿Cómo hablarnos de eternidad si estamos sujetos a tiempo y espacio? ¿Cómo explicarnos Su Eterna Existencia cuando somos creación suya? ¿Cómo hablar de perfección eterna a una mente corrupta y terrenal? Entiendo que son conceptos que no podemos entender a cabalidad, aún cuando tengamos una vaga idea de lo que significan:
“Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.” (1era. Corintios 13:12)
Hablando de “Eternidad” la mayoría de los diccionarios nos refieren a “duración infinita”, “sin inicio ni final”, “inmortal” y en algunos casos “una existencia sin tiempo o fuera del tiempo”.
En palabras de San Agustín, la eternidad “es distinta de la duración infinita, bien que implique también esta forma de duración. La eternidad significa reunión de todo el ser y de toda la vida en un solo punto. Por consiguiente, el tiempo y la eternidad son cosas que se excluyen mutuamente” (San Agustín, Explicación del Evangelio de San Juan, 23, 9)
Asi pues, la eternidad no sólo es un concepto que tenga que ver con “días ilimitados” sino que vá más allá. El término “olam” en el hebreo significa “perpetuo”, “perdurable”, “continuo” e incluso “escondido” o “desaparecido” La Eternidad habla de “existir continuamente”
Dios no está “dentro” del tiempo nuestro aún cuando puede intervenir directamente en él. Nosotros sólo existimos de acuerdo al instante que podemos existir, mientras que Dios existe eternamente. Él habita al mismo tiempo pasado, presente y futuro, mientras que nosotros no podemos.
Isaías 57:15 declara: “Así dijo el Alto y Sublime, EL QUE HABITA LA ETERNIDAD, y cuyo nombre es el Santo…” Dios existe en la eternidad. Existe “continuamente” y de manera “escondida” al tiempo que nosotros percibimos. El ya conoce nuestro tiempo. El conoce el pasado. El conoce el presente. El conoce el futuro. El existe eternamente.
Si para esta altura de la lectura, su mente comienza a trabarse como la mía jajaja, es precisamente por la incapacidad de describir la eternidad desde un punto de vista temporal. Pero de manera práctica pudiera verse sobre una línea de tiempo, en donde una persona común y corriente sólo tiene acceso al “ahora”; mientras que Dios existe simultáneamente “ayer”, “hoy” y “mañana” El existe en diferentes puntos de nuestro tiempo, mientras nosotros sólo podemos existir en el “ahora”.
La relevancia de todo ello, es que sólo Dios tiene la capacidad de borrar nuestro pasado, darle sentido a nuestro presente y asegurarnos un futuro; porque El existe ayer, hoy y mañana (Hebreos 13:8).
Ninguna persona, objeto, religión, ángel, demonio; absolutamente nada ni nadie tiene la capacidad de “Eternidad” que sólo Dios posee para poder intervenir en nuestro pasado, presente y futuro.
Es por ello que el sacrificio del Hijo de Dios hace más de 2mil años sigue siendo tan vigente hoy como lo fue en el primer siglo: por la Eternidad del Hijo del Hombre. Es por ello que sólo Dios puede “meter mano” a nuestro pasado para borrarlo (literalmente) y perdonarlo. Es por ello que sólo Dios en Su Eternidad conoce el fin de nuestra historia como si fuera el periódico de ayer. Es por eso que Su Palabra ha dicho lo que ha sido. Porque sólo Él es Eterno.
Vano sería confiar nuestra ser en cosas que no son eternas. En gente, en objetos, en religiones, en ideologías que son temporales. Que tuvieron un inicio y tendrán un final.
No hay nada mejor que confiar en un Dios Eterno. Sólo Dios es “El Eterno”.

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