miércoles, 13 de julio de 2011

Sodoma y Gomorra

“He aquí que esta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas; y no fortaleció la mano del afligido y del menesteroso” Ezequiel 16:49
Sodoma es ubicada por algunos historiadores, como una de las ciudades de la Pentápolis (Sodoma, Gomorra, Adama, Seboim y Segor) situadas al sur de la tierra de Canaán y cercanas al Mar Muerto. Sodoma es mencionada en varias ocasiones en la Escritura y es, junto con Gomorra, ciudades ícono de la maldad y la perversión en la cultura popular. Incluso el término “sodomita” refiere a una persona que realiza prácticas sexuales perversas o masoquistas.
Las Escrituras, tanto en Génesis capítulo 19, como en Judas versículo 7, describen la inmoralidad sexual que se practicaba en dicha ciudad. La homosexualidad y la violencia eran situaciones habituales de la cuidad de Sodoma.
Aún cuando la Escritura habla de manera seria con respecto al pecado de homosexualidad de Sodoma, el profeta Ezequiel aporta una serie de pecados  aunados a la condenación de dicha ciudad. Estos pecados que Ezequiel describe, parecieran los mismos que asedian a nuestra sociedad el día de hoy. El profeta Ezequiel pareciera relatar a través del ejemplo de Sodoma, la cotidianeidad de las grandes metrópolis en donde millones de personas vivimos. Aún cuando Sodoma es una ciudad con miles de años de antigüedad, sus características parecen ser la imagen viva de nuestras ciudades. Su comportamiento parece ser el mismo comportamiento de la actualidad. Sodoma es el retrato de la ciudad de hoy.
SOBERBIA
La soberbia es una actitud altiva, arrogante, en exceso orgullosa. La soberbia se identifica claramente con los ojos altivos en la Escritura, y es descrita en los Proverbios como una de las cosas que aborrece el Señor (Pr 6: 16-19) Nuestras ciudades están llenas de gente soberbia. Gente que mira de forma despectiva a los demás (si acaso se digna mirar a los demás) Gente que siempre desea preferencia por encima de los otros. Gente implacable incapaz de pedir perdón ante fallas y errores cometidos. Gente soberbia. Nuestra generación está llena de gente así. No es difícil encontrarla, basta salir a la calle y ver los rostros secos y fríos de la gente altiva. Basta ver discusiones airadas con el único fin de tener siempre la razón. Basta salir al tráfico citadino y encontrar personas abusando de los demás. La soberbia inunda tanto las mansiones de personas perdidas entre los bienes materiales, hasta las casas de cartón de familias que no aceptan ser ayudadas. La soberbia de Sodoma, es la misma soberbia de nuestra generación.
SACIEDAD DE PAN
El profeta Ezequiel describe a una sociedad en búsqueda siempre de saciedad. El término que se ocupa para “saciedad”, es el término hebreo “sibá” de la raíz “sabéa” cuyo significado es “tener abundancia”, “colmar”, “hastiar”, “estar lleno”
Curiosamente, el mismo término significa “quejarse”.
El Salmo 59 en su versículo 15, tiene un juego hermoso de palabras al respecto: “Anden ellos errantes para hallar qué comer, y si no se sacian (sabéa) pasen la noche quejándose (sabéa)”
Las palabras de Jesús cobran un sentido que no había visto con mayor claridad: “Mirad y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee” (Lc 12: 15) Nuestra sociedad es una sociedad anhelante de tener más. Siempre queremos tener lo último, lo más nuevo y lo mejor de todo. Buscamos los mejores y más caros vestidos. Queremos el auto del año que aparece en portadas de revistas. Comemos en los mejores restaurantes. Compramos el mejor celular, pantalla de plasma, reproductor de música, etc. Siempre buscamos  saciedad en bienes materiales. Estamos anhelando ser saciados con abundancia de algo que no podrá saciarnos. ¿Cuál es el resultado? La queja. Siempre nos quejamos de no tener lo mejor. Al buscar saciedad terminamos frustrados y quejándonos por no tener lo que erróneamente creemos nos saciará. El juego de palabras se cumple en nosotros. Buscamos saciedad en cosas que no nos sacian, y terminamos quejándonos.  La saciedad que anhela Sodoma, es la misma de nuestra generación.
ABUNDANCIA DE OCIOSIDAD
Nuestra sociedad pasa frente al televisor en promedio 4 horas de su día, ocupando en esta actividad el 48% de su tiempo libre. El usuario de internet pasa más de una hora al día en redes sociales, chateando, bajando música o simplemente navegando de sitio en sitio. Nuestra sociedad es experta en buscar maneras de aumentar su ociosidad. “Pasar el rato” o “perder el tiempo” se ha vuelto una moda entre la sociedad moderna. Miles de maneras existen de lograr el propósito de la ociosidad. Miles de distractores nos pueden desviar de una vida diligente.
Aún más grave es permitir que la ociosidad nos quite la oportunidad de poner a trabajar cualidades,  dones y talentos que fueron puestos de antemano por el Señor para Su servicio. Atrofiamos nuestras capacidades mediante la ociosidad. Dejamos de servir para ser personas llenas de ocio y vicios. La ociosidad que atrofia a Sodoma, es la misma de nuestra generación.
NO FORTALECEMOS LA MANO DEL AFLIGIDO Y DEL MENESTEROSO
La misericordia hacia los menos favorecidos es un tema que al Señor le importa en demasía. El Salmo 72 declara: “Porqué Él librará al menesteroso que clamare, y al afligido que no tuviere quien le socorra. Tendrá misericordia del pobre y del menesteroso y salvará la vida de los pobres”
Las cifras de la pobreza extrema en nuestro país son alarmantes, y contrastan con la cantidad exagerada de riqueza concentrada en tan pocas manos. No sólo es cuestión de apelar a la caridad, sino de “fortalecer la mano” de dichas personas. No se trata de donar para garantizar exención de impuestos, o calmar nuestra conciencia a través de un acto digno de elogio; se trata de “fortalecer la mano del afligido y del menesteroso” Podemos dar recursos sin amor, pero no es eso de lo que se trata. Se trata de tender la mano a quien sufre y pasa necesidad. Pareciera una broma de mal gusto ver a una sociedad ciega ante el clamor de millones de personas que viven de manera indignantemente pobre. Pareciera que nuestra sociedad o ignora voluntariamente el problema, o lo disfraza argumentando que “pobres siempre va a haber”. Mientras las diferencias se vuelven cada vez más vergonzosas, millones siguen clamando por alguien que “fortalezca sus manos”. La indiferencia que carcomía la conciencia de Sodoma, es la misma de nuestra generación.
Sodoma es un retrato de nuestra sociedad. Una sociedad soberbia, saciada de pan, abundante de ociosidad e indiferente ante el afligido y menesteroso. La Iglesia de Cristo está llamada a ser diferente a Sodoma en su generación. Está llamada a la humildad. Esta llamada a no avariciar todo lo que el mundo ofrece. Esta llamada a actuar diligentemente aprovechando al máximo su tiempo y sus recursos. Esta llamada a fortalecer la mano del afligido y menesteroso. La Iglesia de Cristo esta llamada a hacer las cosas de manera diferente, en medio de una generación tal cual Sodoma.

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