miércoles, 13 de julio de 2011

Fragilidad humana. Hechos de polvo

“Misericordioso y clemente es el Señor; lento para la ira, y grande en misericordia. No contenderá para siempre, ni para siempre guardará el enojo. No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados. Porque como la altura de los cielos sobre la tierra, engrandeció su misericordia sobre los que le temen. Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones. Como el padre se compadece de los hijos, se compadece el Señor de los que le temen. Porque Él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo.”(Salmo 103, 8-14)
En muchas ocasiones a lo largo de mi vida, me he sentido indigno. No pocas ocasiones le he fallado al Señor en varias áreas de mi vida con mis palabras, con mis hechos, con mis pensamientos. Han sido muchas las veces en las que nuevamente oro a Dios pidiendo perdón por un nuevo tropiezo en mi caminar con Él.Pero dentro de todo este mar de fallas de parte mía, Su voz me recuerda que Él es Fiel y Justo para perdonarme y limpiarme de toda maldad. De igual forma, cuando veo las historias de los hombres de la Biblia, encuentro a hombres que fallan. A Jacob “negociando” la primogenitura con Esaú por un plato de lentejas. A Jonás inmisericorde de que Dios deseara salvar de la destrucción a la ciudad de Nínive. A David cometiendo adulterio con la esposa de uno de sus más fieles integrantes del ejército, al cual luego puso al frente de la batalla para ser muerto. A Pedro negando al Jesús. A Pablo, un asesino de cristianos, convertido luego en el misionero más grande a los gentiles.
Así que, en ocasiones me sirve de consuelo el entender, que de ninguna forma puedo pretender pensar en mi propia justicia para caminar con Dios. Necesito de Su Gracia.
Al referirme a estas cosas, mi mente se va al comienzo. A Génesis 2: 7 en donde dice: “Entonces Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.” Me llama la atención que el salmista, al hacer referencia a nuestros pecados e iniquidades, nos recuerde que Dios sabe que somoshechos de polvo. Dios bien pudo haber hecho al hombre de otro material… algún material precioso, o raro, o especial. Oro, diamante, alguna fórmula “cósmica” de alguna combinación de elementos de los más raros e inusuales, para pretender “elevar” al hombre por encima de la creación a nivel molecular; pero Dios, opto por hacernos de polvo. Simple polvo.
El mismo estudio genético nos revela, que compartimos gran “material” con otras especies. En cuanto a tejidos y órganos, existen especies mucho más complejas que el ser humano. El libro “Semejanza” de Yancy  y Brand declara lo siguiente: ” Tenemos en común con los animales una estructura biológica compuesta, en nuestro caso, de hueso, órganos, músculos, grasa y piel. La verdad es que nos quedamos cortos en comparación directa a las características estrictamente biológicas de algunos animales. ¿Quién competiría en belleza con un ostentoso guacamayo, o incluso con una humilde mariposa? Un caballo nos deja atrás con facilidad, un halcón ve mucho mejor, un perro detecta olores y sonidos imperceptibles para nosotros. La suma total de nuestras mismas cualidades físicas no tienen más semejanzas divinas que las de un gato. Sin embargo, estamos hechos aIMAGEN DE DIOS. Para nosotros, la estructura de piel, músculos y huesos, sirve como una vasija, un depósito para Su imagen. Nuestras estructuras celulares de proteínas dispuestas por ADN se pueden convertir en templos del Espíritu Santo. No somos “simples mortales”. Somos del todo inmortales.”
En efecto, la importancia del hombre no radica en sus características físicas (a pesar de lo asombrosas que son) como color de piel, altura, peso, complexión, sexo, etc. La real importancia del ser humano es el ser depositario del soplo divino. Así que cualquier vanagloria que el hombre pretenda en cosas hechas de polvo, es vana. Si algo es de valor en el ser humano, es el ser hecho a la imagen de Dios.
De aquí concluyo un par de cosas. La primera es que Dios me muestra en este pasaje, la humildad de aceptar el ser creado por Él y para Él (Col. 1:16) además de la humildad de entender mi condición: polvo. Cuando el salmista está hablando en el Salmo 103, nos recuerda que Dios conoce nuestra condición. Sabe que fallamos. Sabe que nuestra naturaleza caída en Adán, nos hace susceptibles de caer. Pero nos muestra Su Gracia eterna conociendo nuestra condición. Es por ello de la urgencia de una dependencia total en Él.
La segunda cosa que aprendo es que si de algo he de gloriarme, es de ser depositario de la imagen de Dios, y que día con día soy responsable de aumentar e intensificar mi relación con Dios, para que Su Espíritu que mora en mí haga morir lo pecaminoso que mora en mi carne.
“Más  vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia (La justicia de Cristo) Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.” (Romanos 8, 9-11)

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