miércoles, 13 de julio de 2011

Dependencia de Dios

Herbert Lockyer en su libro “Retratos del Salvador” nos regala una idea que  vale la pena considerar acerca de la actitud de dependencia que Jesús tuvo en esta tierra:
“… no obstante ser el Creador, dependió completamente…Por ejemplo, nació en un establo que no era suyo, comió a la mesa de otro hombre, durmió en la barca de otro; no tuvo lugar propio donde pudiera recostar su cabeza. Ahora está sepultado por tres días en un sepulcro ajeno.”
Irónicamente, Jesús, el Creador, Dueño y Sustentador de “todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades” (Colosenses 1:16) nace en un lugar ajeno y es sepultado en un lugar ajeno. ¡El Señor de todo, prescinde de lo que le pertenece!
A lo largo de las páginas de los Evangelios leemos a Jesús visitando, comiendo y hospedándose en lugares que no eran de su propiedad. Leemos a Jesús declarando que “las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza” (Mateo 8:20)
Desde su nacimiento hasta su sepulcro, el Mesías vivió como peregrino en este mundo. Él mismo declaró que su reino no era de este mundo (Juan 18:36) Al Mesías no se le observa obteniendo propiedades, ganando el favor de poderosos o buscando puestos políticos importantes; se le ve cumpliendo firmemente la misión que el Padre le encomendó. Jesús tiene claro su papel entre nosotros. Jesús no desvía su mirada en algo fuera de lo que su Padre le indica por cumplir. Aún cuando por engaño los reinos de la tierra le son ofrecidos en tentación (Mateo 4:8-10) Él no busca obtenerlos fuera del plan de Dios. Él no tiene su esperanza en el favor de este mundo, Él tiene su esperanza en el Padre.
Esto mismo enseña a sus discípulos. Él los anima a soportar la presión de cimentar sus esperanzas en este mundo: “Si el mundo los aborrece, sepan que a mí me ha aborrecido antes que a ustedes. Si fueran del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no son del mundo, antes yo los elegí del mundo, por eso el mundo los aborrece” (Juan 15:18-19)
Jesús nos pone ejemplo de nuestra condición temporal en esta vida. Jesús nos recuerda que nuestra esperanza no está cimentada en este mundo. Nuestra esperanza está cimentada en Su Reino. Jesús vivió así. Jesús nos da ejemplo para que nosotros vivamos así.
Ahora bien, no se trata de excluirnos y apartarnos en un rincón alejado del planeta a esperar su retorno, puesto que no cumpliríamos nuestro papel de ser testimonio para que la gente conozca de su amor. Tampoco se trata de abandonar todas nuestras responsabilidades de forma insensata y así avergonzar su Nombre con nuestra conducta irresponsable e inmadura. De lo que se trata, es de entender que este mundo no es nuestro hogar final. Se trata de recordar que nuestra esperanza está por cumplirse y que ésta esperanza no nos avergüenza, a pesar de que la gente intente a toda costa sentirse cómoda en este mundo. Se trata de reconocer que nuestra vida está en sus manos y no depende de nosotros sino de Él. Se trata de entender que en realidad NADA es nuestro. TODO es de Dios. Todo lo creado pertenece a Dios y sólo a Él (Salmo 24:1). En Él debe estar nuestra esperanza.
Pero regresando a la cuestión del amor desmedido a permanecer en este mundo, ¿será que cada vez que enfermamos o vemos desgracias y dolor a nuestro alrededor (y aún en nuestra propia vida), entendemos que nuestro hogar final no es este? ¿Será el sufrimiento un recordatorio acerca de la esperanza que guardamos en nuestros corazones de llegar a la eternidad con Dios en donde el sufrimiento no será más? ¿Será el sufrimiento una clara ilustración de que la eternidad con Él debe ser nuestro verdadero hogar y no el mundo que habitamos hoy?
El dolor y el sufrimiento nos hacen recordar que nuestro hogar es con Dios y no en este mundo. Nos hacen recordar que por más que nos afanemos, no podemos sustentarnos a nosotros mismos. Nos recuerdan que la vida y la muerte no están en nuestras manos. Reconocemos así que nuestra vida esta en sus manos por más que intentemos aferrarnos a este mundo. Recordemos que somos Creados por Él (Salmo 119:73) Sustentados por Él (Salmo 145:16) y tenemos Vida gracias a Él (Salmo 36:9)
Jesús nos dio ejemplo de dependencia al Padre. Él nos creó. Él nos sustenta. Él nos da vida. Sigamos su ejemplo.
Por eso les digo: No se preocupen por su vida, qué comerán o beberán; ni por su cuerpo, cómo se vestirán. ¿No tiene la vida más valor que la comida, y el cuerpo más que la ropa? Fíjense en las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni almacenan en graneros; sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que ellas? ¿Quién de ustedes, por mucho que se preocupe, puede añadir una sola hora al curso de su vida? ¿Y por qué se preocupan por la ropa? Observen cómo crecen los lirios del campo. No trabajan ni hilan; sin embargo, les digo que ni siquiera Salomón, con todo su esplendor, se vestía como uno de ellos. Si así viste Dios a la hierba que hoy está en el campo y mañana es arrojada al horno, ¿no hará mucho más por ustedes, gente de poca fe? Así que no se preocupen diciendo: “¿Qué comeremos?” o “¿Qué beberemos?” o “¿Con qué nos vestiremos?” Porque los gentiles andan tras todas estas cosas, y el Padre celestial sabe que ustedes las necesitan. Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas. (Mateo 6: 25-33)

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